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sábado, 15 de agosto de 2009

Hallelujah


Hallelujah es un viejo tema de Leonard Cohen que el cantautor canadiense canta mejor cada vez, según pasan los años y el tabaco y el alcohol van dejando cicatrices en su garganta. Su letra, solemne y extraña, mezcla el sentimiento religioso y el amoroso (algo muy típico de la tradición cultural judía, recuerden el Cantar de los Cantares de Salomón o el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz), de modo que uno no sabe si el hipotético rey David que habla en la canción está pidiendo perdón a Dios por sus errores o en realidad se está quejando de una ruptura amorosa. En cualquier caso el David/Cohen defiende su posición con una dignidad admirable, y en el fondo nos está mandando un crudo mensaje respecto a los dioses demasiado sordos y las amantes tan poco comprensivas como ellos.

Las versiones de esta canción se cuentan por docenas, algunas bastante buenas y otras horrorosas, como una absolutamente olvidable perpetrada por Bono, el cantante de U2. Quien más quien menos ha ido retocando la letra original a la hora de cantarla, tal vez porque la de Cohen resulta demasiado "judía" y, en su irreverencia, profundamente religiosa. Entre las diferentes versiones existentes, la mejor interpretación y el mejor arreglo de la letra que puede escucharse -tanto que a mi gusto llega incluso a superar al propio Cohen en algunas partes del tema- es la que grabó Jeff Buckley.

La versión de Jeff Buckley se puso de moda en España hace un par de años, cuando cerró de modo impresionante un episodio de la serie "House". Como ya escribí tiempo atrás, cuando en abril de 2008 salí de visitar por primera vez el castillo de Hartheim (complejo de Mauthausen), el lugar donde en 1941 fue gaseado mi pariente Mariano Carilla Albalá, esa música se puso a sonar en mi cabeza sin saber porqué. Lo entendí más tarde, ya de vuelta a casa. Repasando la letra de la adaptación de Buckley, encontré este verso:

Nena, he estado aquí antes
he visto esta habitación
y he pisado este suelo.

Efectivamente, esa fue mi impresión al salir del Memorial de Hartheim: ya había estado allí, y había pisado antes aquel suelo.

miércoles, 16 de abril de 2008

Carta de Mauthausen


Hoy me llegó un correo electrónico de Mauthausen Memorial Archives (MMA). Casualidades de la vida, en el momento en que estoy preparando un viaje que haré la semana próxima a Mauthausen, Gusen y Hartheim, el vía crucis de campos de exterminio que recorrió mi tío-abuelo Mariano Carilla Albalá antes de ser asesinado por los nazis, resulta que MMA contesta a mi petición de datos sobre Mariano, que les formulé el 19 de junio de 2007.

El MMA es un servicio del Ministerio del Interior austríaco (¿se imaginan que en España el encargado de velar por la memoria histórica fuera su homónimo español?). Como buenos germánicos son lentos pero concienzudos, pues junto con el correo electrónico me han remitido un archivo en PDF con toda la información de que disponen sobre este caso. Buena parte de esa información ya la conocía a través de la asociación española Amical de Mauthausen y de la base de datos Censo de Españoles Deportados a Campos Nazis 1940-1945 , en el Portal PARES del Ministerio de Cultura español.

En síntesis el MMA me confirma las fechas de llegada de Mariano a cada uno de esos campos: Mauthausen el 25 de enero de 1941 (provenía del campo de clasificación Stalag XII-D, en Tréveris) y Gusen el 17 de febrero posterior. Sabía que Mariano había muerto el 29 de septiembre de 1941, y pensaba que había sido gaseado en el camión cámara de gas rodante que hacía la ruta Gusen-castillo de Hartheim. Pero Mariano no tuvo esa suerte: según el MMA llegó vivo a Hartheim el 16 de agosto. Es decir estuvo en ése lugar, acaso uno de los más siniestros de todo el universo concentracionario y de exterminio nazi, durante casi un mes y medio. Les ahorraré describirles lo que ocurría en Hartheim, y por qué considero que habría sido afortunado de haber sido gaseado en el camino al castillo.

En el archivo PDF vienen imágenes escaneadas de las anotaciones escritas a máquina en las que la burocracia nazi iba reflejando ése trasiego. Son anotaciones pulcras, concisas y ordenadas, redactadas en un alemán seco y eficaz. Hay errores típicos de escribientes que naturalmente no debían estar familiarizados con el idioma español: el oficinista de Mauthausen convierte el apellido Albalá en Alcalá (¡aunque escribe la tilde!), y el que redactó el acta de defunción transformó Mariano en Marino. También la grafía del pueblo de origen de Mariano les dio bastante trabajo: en sucesivas anotaciones Lanaja se convirtió en La Naja, La Maja e incluso en La Haya. No faltan los sucesivos números que le fueron tatuando de campo en campo.

El oficio de Mariano quedó anotado como Landwirt (granjero, campesino). Lo cierto es que siendo joven había emigrado a Barcelona, donde probablemente trabajaría en la industria. Sin embargo, al tener que encarar los prolegómenos de su final en aquél universo de horror, el hombre dio como oficio el que ejerciera en su pueblo durante sus primeros años; seguramente no fue casualidad, sino un deseo consciente de reafirmar la propia identidad.

La clasificación que recibió fue "Rotspanier", "español rojo". Seguro que la recibió con orgullo.

A mi regreso les contaré de mi viaje a esa geografía del horror y de la memoria.