lunes, 10 de mayo de 2010

La enfermedad del señor Borbón en los medios de comunicación españoles


Vaya de entrada mi felicitación al señor Juan Carlos de Borbón por su al parecer envidiable estado de salud. El señor Borbón ejerce como Jefe del Estado español no electo y con carácter vitalicio. Por tanto su estado de salud no es un asunto baladí a pesar de lo que piense tanto republicano y descreído suelto, para quienes esto de la salud y la enfermedad nada tienen que ver con las responsabilidades y vanidades de esta vida y sí con fenómenos comunes que afectan a la totalidad de los seres vivos, sean éstos inteligentes o no. Al cabo nada hay más democrático que la muerte, tal como sospechaban nuestros antepasados; recuerden aquella tremenda escena de "El séptimo sello" extraída de viejos códices medievales, con la Parca arrastrando tras de sí una hilera de reyes, obispos, guerreros, plebeyos y campesinos tomados de la mano unos de otros.

El caso es que el sábado pasado al señor Borbón le operaron de un "nódulo benigno en un pulmón", que es el modo en el que los medios españoles se refieren a lo que cuando afecta al resto de los mortales llaman un tumor pulmonar. Según el equipo médico no habitual (reunido para la ocasión) el tumor no es canceroso, por lo que el paciente tendrá una rápida recuperación y no deberá ser sometido a ningún tratamiento específico. Lo dicho, reitero mis felicidades al señor Borbón y a su familia.

Sucede sin embargo que me quedan algunas dudas. Una, el evidente desmejoramiento físico del señor Borbón en la última década. Si le dan un vistazo a grabaciones de vídeo hechas de 2001 hacia aquí en las que aparezca el actual jefe del Estado, verán de lo que estoy hablando. Pero en fin, concedamos que no nos ocultan nada y que realmente el señor Borbón está hecho una rosa. En ese caso, y con mayor razón, sobraría el lameculismo de los medios que viene produciéndose desde el sábado, en cascada incesante y dura competición entre ellos. Me explicaré.

La operación quirúrgica del señor Juan Carlos de Borbón, que ya tiene 72 años cumplidos y últimamente no muy bien llevados como digo, duró según los médicos dos horas y media y se utilizó anestesia. Es de suponer que el desarrollo de la primera noche tras la intervención a la que fue sometido el paciente, no resultaría muy agradable ni cómodo para él; bien pues a pesar de eso, a la mañana siguiente los medios españoles se prestaron dócilmente a difundir las palabras de su esposa en el sentido de que el señor Borbón había pasado una noche "perfecta". ¿De verdad fue perfecta? Me cuesta creerlo, a mí y a cualquiera que haya vivido de cerca una situación semejante. A partir de ahí todo ha sido magnífico, dicen. A las 24 horas de ser intervenido el señor Borbón, sus visitas se deshacían en elogios sobre su estado de salud: Zapatero le encontró "fenomenal", su hijo el señor Felipe de Borbón le vio "fuerte", y así todo. Ustedes perdonarán, pero ante tanta falta de naturalidad ayer domingo me acordé de inmediato de Franco y el "fuerte resfriado" con el que fue internado en la clínica La Paz en septiembre de 1975. No digo en absoluto que las circunstancias sean ni remotamente comparables -más que nada porque lo desconozco, aunque tanto optimismo antropológico me alimenta las dudas en vez de despejarlas-, pero sí que el tratamiento obsequiosamente lacayuno que están dando al tema los medios tanto públicos como privados españoles de cualquier tendencia, hace que sienta vergüenza ajena por ellos.

Y digo que me avergüenzan porque estos mismos medios son los que llaman alcohólica a la fallecida reina madre de Gran Bretaña, nazi al Duque de Edimburgo, corto de luces al príncipe de Gales, drogadicto al rey de Marruecos, bulímica a Victoria de Suecia, maricón a Alberto de Mónaco, cornudo al presidente Sarkozy o sexualmente promiscua a Diana de Gales, entre otros muchos ejemplos. Estos calificativos pueden rastrearse no ya en los programas de la televisión-basura, sino precisamente en la prensa escrita más presuntamente "seria" de este país.

¿Por qué pues nuestros medios no tratan con el mismo rasero a todas las llamadas familias reales o asimiladas? Según ellos las demás son una porquería, pero la española resulta ser maravillosa, sanísima, campechana, popularísima y adornada por toda clase de virtudes. Y sin embargo sus miembros tienen también "nódulos pulmonares", como cualquier hijo de vecino; un problema mediático más que de salud, al parecer, en esta democracia demediada e intervenida.

En la fotografía, tomada durante un acto protocolario, el aspecto actual de Juan Carlos de Borbón.

3 comentarios:

desencanto dijo...

La verdad es que cuanto más quieren convencer de que no pasa nada, de que todo va "perfecto", es cuando surgen las dudas. Es posible que el cancer haya sido detectado en su fase inicial, que no necesite tratamientos agresivos, de lo cual nos alegramos, como nos alegramos por cualquier otra persona, pero sí, algo huele a chamuscado.
Saludos.

Anónimo dijo...

Que el ciudadano Juan Carlos no está bien fisicamente a la vista está. Que ha conseguido su propósito, tambien.Porque yo no creo que le hayan operado, más bien es una perfecta operación por su parte, para tapar otro tipo de "operaciones".
Qué ingenuos somos!.
Y los que piensan mal, creen que está más enfermo de lo que dicen.
Salud y Republica!
curasao
saludos a celemin

Celemin dijo...

El tema de la familia azarzuelada es de un baboso insoportable. El rey es guapo, sabio, seguro, con un saber estar y una frescura digna de alabar, la reina es guapa, tiene voz melosa y sabe castellano mejor que el fallecido Delibes. Las princesas son elegantes, serias y de una inteligencia inusual. El príncipe es muy alto, elegante, guapo, demócrata y sobre todo brillante y la princesa consorte nunca ha sido republicana ni ha estado casada.
Hay que joderse con los cortesanos. Una cosa es agradecer a quienes les dan de comer y otra llegar a la estupidez supina.
Además, cuanto más halagos hacia ellos, más republicano me vuelvo. Y si se muere, pues que quieres que te diga, como no es de mi familia ni tengo tratos con él, pues sentirlo, no lo voy a sentir.

Uno siente la muerte de sus allegados y conocidos y se alegra de la de sus enemigos. En este caso ni fu, ni fa.

Salud, república y más escuelas.