viernes, 29 de enero de 2010

La Orquesta del Café de los Pingüinos

A principios de los años 70 del pasado siglo, un músico inglés llamado Simon Jeffes pasaba unas vacaciones en el sur de Francia. Un día Jeffes comió pescado en mal estado en un restaurante de la costa, y a consecuencia del envenenamiento pasó varios días en estado semicomatoso y sufriendo alucinaciones continuas.

La más recurrente de las fantasías con las que el cerebro de Simon Jeffes jugaba era que el hotel donde se hallaba alojado el músico estaba poblado por pingüinos en vez de por seres humanos. Todos, empleados y turistas, eran pingüinos tiesos y circunspectos que vestían ropas en consonancia con los diferentes roles que desempeñaban en el establecimiento: maleteros, recepcionistas, camareros... y naturalmente y en calidad de clientes, se encontraban allí familias con niños, parejas, jubilados... Los pingüinos iban y venían en silencio, mientras de fondo se oían extrañas melodías que Simon Jeffes nunca había oído antes, repetidas como un hilo musical que funcionara ininterrumpidamente y a todas horas en los diferentes espacios del hotel.

Una vez recuperado y de vuelta a Londres, Jeffes comenzó a trabajar sobre aquellas músicas que sonaran en su cabeza durante los días de enfermedad. A poco reunió un grupo de excelentes músicos, la mayoría como él con amplia experiencia en clásica y jazz, y se lanzó a componer armonías que mezclaban la música culta y la tradicional, el jazz, el pop y los aires latinoamericanos. Era una música de belleza difícil de describir pero fácil de interiorizar, suave, relajante e intimista. El grupo, en realidad una especie de orquesta de cámara contemporánea, se llamó Penguin Café Orchestra y a la música que proponía Jeffes se la etiquetó como "minimalista", movimiento de moda en los años 70 con el que en realidad Penguin Café Orchestra tenía poco en común.

La Penguin aportó frescura y saber hacer a un panorama musical cuyo dominio se repartía entre los practicantes del guitarrazo eléctrico y el alarido frenético de un lado, y los fanáticos del trino folky-popero edulcorado hasta rozar la diabetes del otro, y en el que el minimalismo solo logró hacer mella durante un corto tiempo. La banda de Jeffes sin embargo, duró un cuarto de siglo, y sólo desapareció cuando un tumor cerebral fulminante mató a su creador y líder en 1997.

Penguin Café Orchestra no grabó muchos discos, pero dejó una pieza fundamental: When in Rome, un recopilatorio de temas que incluye algunos grabados en directo. Gracias a este disco podemos apreciar que la Penguin sonaba tan bien en directo como en estudio, algo al alcance de muy pocos grupos de la época. Un elemento importante de esta banda son los títulos de los temas, guiños surrealistas y humorísticos que en algún caso resultan francamente divertidos: Music for helicopter pilots, Telephone and rubber band, Music for a found harmonium ...

Relájanse y disfruten este fin de semana con Penguin Café Orchestra.

3 comentarios:

antoñito dijo...

Una historia curiosa que desconocía (igual que al grupo y al músico).
Me ha sorprendido que el tío tocaba todos los instrumentos del mundo en los videos con los que has enlazado.
Un tío guay, como tú.
Salud.

Anónimo dijo...

Coincido con tus apreciaciones, yo soy fan de la Penguin desde hace muchos años, tengo algunos de sus discos, el que más me gusta es el primero. Creo que has descrito muy bien su música, es suave y relajante, aunque también, a veces, puede parecer chirriante y repetitiva.
Bueno, que nadie se asuste, yo recomiendo vivamente su escucha, oirán algo diferente de lo habitual. Que no es poco.
Por cierto, Joaquim, dicho con un poco - sólo un poco, que conste - de mala leche, ¿ tú has escuchado su música, o te limitas a escribir el artículo documentándote ?
luchino.

Joaquim dijo...

Gracias Antoñito, tú si que eres un tipo majo como pocos. ¡Y ya está bien de flores, tío! :)

Luchino, si el último párrafo de tu comentario es un chiste, los he leído tuyos mucho mejores. Además, que ya empieza a sonar cansino. Y en fin, estoy casi convencido de que aunque te tengo por persona culta, es muy probable que no hayas leído el Quijote ni Ulisses, y sin embargo estoy todavía más seguro de que las consideras grandes obras. ¿O no tienes opinión propia formada sobre ellas?. Pues claro que la tienes, hombre...