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martes, 7 de abril de 2009

Zapatero y el triunfo de las Barbies


Todavía estoy transtornado por la lista del nuevo gobierno que acaba de anunciar Zapatero. He de reconocer que, como es marca de la casa, los cambios no dejan indiferente. Pero para este viaje, realmente el presidente no necesitaba alforjas.

Oigo ya los taponazos de champagne francés (el cava catalán lo tienen prohibido) en la sede del PP. Si con el gobierno que acaba de nombrar Zapatero la derecha española no es capaz de ganar las próximas elecciones generales en las urnas, lo siguiente que nos espera es un golpe de Estado militar como el que le hubieran dado a Felipe González en 1996 de no haber ganado. Zapatero se lo ha puesto tan increíblemente fácil, que si el PP no aprovecha la ocasión es que no merece existir políticamente.

Los cambios son simplemente, alucinantes. Salvo en el caso de Ángel Gabilondo, el resto de nombramientos de nuevos ministros que ha hecho Zapatero son de una irresponsabilidad manifiesta. Ni José Blanco, ni Trinidad Jiménez, ni Ángeles Gonzalez-Sinde están capacitados para sentarse en un Consejo de Ministros, y Manuel Chaves es un cadáver político que hiede hace tiempo.

Prescindir de gente con la cualificación técnica que tienen en sus respectivas áreas Bernat Soria y César Antonio Molina es políticamente suicida e intelectualmente idiota, más aún si se les substituye por barbies-cuota de diseño carentes de preparación alguna. Este es el triunfo de una manera de concebir la política no ya carrerista, sino estúpidamente trepa: a menor capacidad más alto puede elevarse uno, especialmente si todo el mérito que puede presentar es ser mujer y manejarse en la cercanía oportunista de ciertos medios de comunicación/presión sociales.

Lo que se está premiando aquí es, en fin, el consentimiento acrítico a cuanto emane del Jefe. Vuelve pues el famoso síndrome de la Moncloa, que hace a nuestros presidentes de Gobierno prisioneros de su vanidad y les obliga a buscar sus colaboradores más cercanos no entre los más preparados, sino entre quienes son capaces de aplaudir con las orejas sus decisiones.

Es obvio que estamos en los tiempos en que una mujer no puede ser discriminada por el mero hecho de serlo. Pero ya es hora de empezar a decir que no por ser mujer se está automáticamente capacitada para ocupar cualquier lugar. Hacer ministra de Sanidad a Trinidad Jiménez o de Cultura a Ángeles González-Sinde es un insulto a la inteligencia, y un favor al discurso de la derecha más rancia. Prescindir de gente de talento para promocionar a perrillos agradecidos capaces de lamer cualquier mano, resulta impropio de un gobernante del siglo XXI independientemente de su color político.

Y en fin, si ya no es necesaria competencia técnica para ser ministra ¿para cuándo una sindicalista en el Consejo de Ministros? Y puestos a respetar cuotas ¿cuándo un ama de casa o una jubilada? seguro que tendrían más que aportar desde el sentido común que las niñatas fashion designadas por Zapatero.