
La obra de la escritora norteamericana Patricia Highsmith suele catalogarse como "novela negra" cuando en realidad es pura literatura, sin más condicionamientos que la inteligencia del lector (la de la inmensa mayoría de críticos es inexistente, como es sabido; de ahí su recurso a etiquetas tan sobadas como "novela policíaca" o peor aún, "novela negra").
En los textos de Highsmith hay, sí, crímenes (algunos), policías (pocos) y delincuentes (de un modo u otro, la mayoría de sus personajes lo son en potencia o en acción), pero también contienen elementos sobrados de novela psicológica, literatura de viajes, novela naturalista y costumbrista, humor negro contenido e ironía por toneladas (la vida, esa gran cabrona que se ríe de los personajes de Highsmith, como lo hace de todos nosotros en realidad), y por encima de todo, un gusto indecente por los dilemas morales radicales, esos que desnudan el alma de los personajes hasta dejarla en el hueso. En resumidas cuentas, esas novelas explican la realidad con los ojos de una tejana feminista, anarquista, lesbiana, amoral y alcohólica, que huyó por pies de su EEUU natal y se refugió en la amodorrada Suiza, corazón de una Europa donde esta dama halló, mucho más que un asilo, un verdadero escenario para las andanzas de su Tom Ripley.
Anagrama Editorial ha tenido la excelente idea de reunir en un solo volumen las cinco novelas del ciclo de Ripley, mil doscientas y pico páginas para leer casi de un tirón; el libro del verano, sin duda. Si ustedes han leído por separado alguna de esas novelas, seguro que correrán ahora a comprar el volumen entero. Ahí dentro está todo Tom Ripley en orden cronólogico, desde su nacimiento en "El talento del señor Ripley" (que en el volumen colectivo vuelve a intitularse "A pleno sol", como la película basada en esa novela y protagonizada por Alain Delon a principios de los años sesenta), hasta sus andanzas finales en "El amigo americano" y "Ripley en peligro".
¿Qué quién es Tom Ripley, preguntará alguno de mis amables lectores más jóvenes? Pues Ripley es el granuja más auténtico, más turbadoramente simpático, más próximo a nosotros, ciudadanos de a pie, que jamás ha sido inventado. En realidad dudo que Patricia Highsmith inventara a Tom Ripley. Yo creo más bien que un día, allá en Suiza, un yanki con sombrero tejano se presentó en el salón de la Highsmith, y entre bourbon y bourbon le narró calmosamente su vida. La escritora se limitó a darle forma literaria, de modo maravilloso eso sí. Así fue a mi juicio como la escritora tejana nos presentó a este individuo singular, a este antihéroe total, a este trepa social al que nos encontramos todos los días en el ascensor y cuando nos miramos al espejo, porque en última instancia Tom Ripley somos todos y cada uno de nosotros, aquellos que como hacía decir Mika Waltari a Sinuhé el Egipcio "hemos nacido con estiércol entre los dedos de los pies" y no hemos parado hasta tomarnos una cerveza italiana muy fría en la terraza del bar Tiberio, en la isla de Capri.
Tom es evidentemente norteamericano, y específicamente un yanki de los que vinieron a Europa en los años cincuenta a vivir una vida diferente y excitante y se quedaron aquí para siempre, en una especie de culminación perversa del "sueño americano" irónicamente cumplido en tierras del Viejo Continente. Pero todo aquél que haya vivido la experiencia del desclasamiento social hacia arriba, seguro que se ha sentido más de una vez Tom Ripley. Y si luego guarda algún muerto en su armario, o ha suplantado en alguna ocasión la personalidad de un tipo tan rico como estúpido, ya es cosa de cada cual.
Tom Ripley (1 volumen con 5 novelas), de Patricia Highsmith. Editorial Anagrama. Barcelona, 2009.