jueves, 28 de julio de 2011

Un racista de saldo, como tantos otros


Esta mañana, durante un desplazamiento por razones de trabajo, he tomado el metro. En una parada situada en una barriada obrera y de clase media baja, sube al vagón un señor mayor de inequívoco aspecto español sureño. Se sienta en el puesto libre que queda entre dos mujeres de mediana edad, una sudamericana regordeta vestida de modo corriente y una magrebí con pañuelo en la cabeza, blusa y pantalones tejanos.Las dos tienen un aspecto limpio y van vestidas como digo de modo modesto y nada exótico.

Durante unos segundos el hombre mira en torno suyo displicente, hasta que localiza un asiento disponible algunos metros más allá, que ocupa de inmediato tras levantarse con cierta prisa. Las dos mujeres fingen no haberse dado cuenta de nada.

Después de presenciar la escena estoy tan indignado que por poco no me voy a por el abuelo supremacista racial para cantarle las cuarenta. Es lo menos que se merece. Incluso para ejercer de racista hay que tener sino justificación, sí al menos algún elemento que le otorgue a uno cierta credibilidad como presunto ario. El aspecto físico y la manera de vestir del vejete le delata como inmigrante de la España profunda, probablemente llegado a Catalunya en los años sesenta o primeros setenta. El menos indicado pues para ese tipo de actitudes.

Y sin embargo gracias a gente como él, los racistas están avanzando y no solo políticamente en poblaciones tan significativamente pobladas por inmigración española como Badalona o Salt. ¿Cómo es posible que quienes años atrás sufrieron discriminación, marginación o cualquier otra forma de humillación en razón de su origen, puedan ahora sentirse legitimados para manifestar esos mismos odiosos sentimientos hacia otras personas, sólo por el hecho de que éstos hayan llegado al mismo lugar que ellos unos años más tarde?.

Finalmente no le he dicho nada, y me he limitado a mirarle con cierta intensidad. Ha desviado la mirada, algo inquieto y afectando indiferencia. Algún rastro de conciencia debe quedarle, pienso; seguramente el joven inmigrante que fue, tan cargado de esperanzas y miedos como las dos mujeres con las que no ha querido compartir asiento, le debe afear de vez en cuando su estúpida conducta.

En la fotografía que ilustra el post, inmigrantes andaluces hacen cola para tomar el tren que les conduciría a Catalunya, en los primeros años de la década de los cincuenta del siglo XX.

6 comentarios:

Manuel Trujillo Berges dijo...

Es cierto, Joaquín, yo hace unos meses tuve una bronca con otro que se dedicó a menospreciar en público a un inmigrante africano....

desencanto dijo...

Se han ensañado en crear y mantener un pueblo inculto y analfabeto, que les hace el trabajo sucio a la perfección.

marta dijo...

Pues me vais a permitir que os cuente una circunstancia que viví hace algunas semanas en la tetería de unas buenas amigas marroquíes, aquí en mi barrio de los madriles:

Estábamos de palique, delante de un té con hierbabuena y azahar, mis amigas, una parroquiana desconocida y menda.

La parroquiana, igualmente marroquí, trabajaba en una peluquería cercana y comentaba lo escaso del trabajo ultimamente y aquí viene lo gordo culpaba del problema a [sic]la cantidad de peluquerías de las sudamericanas y chinas, que nos quitan las clientas, es que ya está bien de tantos inmigrantes, que se vayan a su pais

Imaginad la cara del resto de asistentes a la tertulia... Y a pesar de la insistencia de mis amigas en explicar que esas palabras eran las que oía a las clientas de la peluquería, ella seguía en sus trece: la culpa de lo que pasa en España es de tantos inmigrantes que tenemos.

Hala, tal cual. De ello deduzco el enorme poder de convicción/abducción de tales argumentos, para que calen hasta la médula en los propios perjudicados. Es como lo de los trabajadores asumiendo los recortes sociales como si ellos mismos no fueran afectados y votando al Partido de la Patronal.

Un abrazo,

Joaquim dijo...

Con esto del racismo ocurre como con tantas otras cosas en la vida cotidiana de la gente corriente.

Casi todo el mundo, sobre todo quienes son conscientes de no pintar nada, quiere alcanzar cierto protagonismo, y por eso busca situarse al lado de los triunfadores y los poderosos. De ahí el éxito de los grandes clubs de fútbol, por ejemplo; ser del Barça o del Madrid es participar de alguna manera de sus éxitos y de su poder, aunque uno sea un desgraciado que no tenga donde caerse muerto

Del mismo modo ser racista es creer que se está por encima de otros porque se pertenece a un grupo de privilegiados -"los de aquí"-, lo cual resulta muy gratificante para tanta gente que se siente y está oprimida. Toda la frustración acumulada se descarga sobre otro que es más débil e indefenso todavía que uno mismo. Recordar el viejo aforismo: mi jefe me grita a mí, yo le grito a mi mujer y mi mujer le grita al niño.

Así no es extraño que se produzcan situaciones como la que cuenta Marta. Y peor aún, como la vivida en Badalona a primeros de año, cuando gitanos españoles se apuntaron a la cacería de denuncias contra los rumanos en general y los gitanos de ese país en particular, promovida por el Partido Popular y encabezada por el ahora alcalde de esa ciudad, el fascista García Albiol.

Anónimo dijo...

"No sirvas a quien sirvió...."

No siempre es así pero con frecuencia.
La frustración, y el miedo de muchos, les hace ser serviles y ponerse al lado del "lobo" y ayudan a destrozar al "corderito" debil, que lo único que quiere es poder pastar tranquilo.

El hermano del que viene a veces a podar los árboles que tengo, no sabe leer ni escribir porque, según me contó, tuvo que ponerse a trabajar a los 8 años. Tiene 68 años y sostiene que ahora es una desvergüenza, todos los jóvenes quieren estudiar y no trabajar, y....¡pasmaros! que otro Franco es lo que hace falta.
Esta gente que ha sido explotada al máximo va a votar al PP.

Salud
Marian

Joaquim dijo...

"JB", no te molestes en continuar dejando vómitos fascistas en mi blog. Como verás, van a parar indefectiblemente al basurero, que es su lugar.