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sábado, 12 de septiembre de 2009

Una perra rabiosa en la carretera de Tarragona



En la edición catalana de El País de hoy encuentro una noticia, mínima en cuanto a su extensión física pero honda en cuanto a su significado social, que casi me hace vomitar el desayuno.

Resulta que en julio de 2008, en Comaruga, una población costera catalana, un grupo de jovenzuelos acababa de salir de la discoteca y al parecer fuera por efecto del alcohol, las drogas o simplemente por su propia e intrasferible estupidez infantiloide, comenzaron a pelearse entre ellos en el interior del automóvil en el que viajaban. Al lado del conductor iba sentada una chica, menor de edad, "muy rabiosa" según declaró ella misma en el juicio posterior, que al ver a un viandante le gritó al conductor que lo atropellara. Asi como suena. El chico que conducía no le hizo caso, pero la bestia protagonista de la noticia "se adueñó del volante y dio un giro brusco que embistió de lleno al peatón, un hombre casado y con un hijo, que falleció horas después", según cuenta el corresponsal del diario en Tarragona.

La perra rabiosa protagonista de este asesinato con todos los agravantes -no cabe otra calificación no ya en estricta ley, sino desde el puro sentido común-, "triplicaba la tasa de alcoholemia". Recordemos de paso que es menor, como una buena parte de los pijos borrachos y drogados cuyas heroicidades en Pozuelo están en boca de todo el mundo estos días, lo cual vuelve a poner sobre el tapete la irresponsabilidad absoluta en la que viven tantos padres. Bien, pues resulta que el tribunal de menores ha calificado los hechos como "homicidio previsto", eufemismo que no oculta la acción criminal pero sí pretende aminorar sus consecuencias para la autora. La sentencia, finalmente, mueve a risa: dos años de internamiento en una institución para menores (una especie de colegio internado, para entendernos) y otro de "libertad vigilada". O sea, nada. En resumen, el adulto muerto al hoyo y la menor asesina al bollo.

Ocurre que una vez más, la hiperprotección que esta sociedad dispensa a los menores se vuelve en contra suya; recibimos lo que sembramos, porque estos delincuentes precoces se saben a salvo, bien arropados por las leyes y la idiocia colectiva. Lo que sumado al tipo de entretenimiento que consumen estos niñatos (recuérdense los juegos tan de moda entre los adolescentes, en los que conduciendo un vehículo hay que atropellar al mayor número posible de peatones para sumar puntos), hace verdaderamente extraño el que no menudeen más estos casos.

Ah eso sí, no han sido publicados ni el nombre y apellidos ni la fotografía de esta especie de aprendiz juvenil de exterminador SS. Debe ser para que no se traumatice cuando sea adulta.

En la imagen, cubierta de Carmaggedon", un videojuego muy popular entre los adolescentes de todo el mundo occidental, en el que el participante suma puntos a medida que atropella y mata viandantes.