
En su columna horizontal de hoy en la contraportada de El País, Almudena Grandes rinde un emocionado homenaje al doctor Luis Montes, el hombre al que el PP eligió como Ecce Homo en su política de desprestigio de la sanidad pública.
Almudena, fiel a su estilo, dedica sentidas y guerreras palabras a este excelente médico y ser humano excepcional, se congratula de que finalmente la justicia haya comenzado a imponerse en este caso, augura un futuro en el banquillo para los "sinvergüenzas que le atacaron" y "los pistoleros verbales de la patronal de la sotana", y finaliza recordando que "vivir en Madrid es, una vez más, resistir", y que el Severo Ochoa se ha convertido hoy en un símbolo de esa resistencia, al modo -pienso yo- en que la Ciudad Universitaria madrileña lo fue en otros tiempos, en aquellos en concreto en los que otro médico eminente, el doctor Juan Negrín, llamaba a la resistencia frente a la agresión fascista contra Madrid y España entera.
El paralelismo entre aquella resistencia y esta no es descabellado, ni mucho menos. Recordemos que quienes dinamitaron la República recurriendo al terrorismo callejero practicado por su Falange y a la guerra de exterminio contra su propio pueblo practicada por su Ejército, no tenían en realidad fines distintos a los que preconizan quienes hoy suspiran por destruir los servicios públicos en Madrid y en toda España. Y los métodos, ya ven que son bastante similares: puro terrorismo. Es evidente que estos de hoy, en fin, comparten con aquellos de entonces lo que finamente se llama el "modelo social" y me atrevería a decir que en muchos casos, también el "modelo político".
En el camino de esta gentuza se cruzó un médico íntegro, una persona honesta y sensible, el doctor Luis Montes, que lucha porque la medicina sea realmente popular y para el pueblo, al contrario del "modelo" que defienden esos que con el mayor de los cinismos, se llaman a sí mismos "populares". ¿De qué coño le viene lo popular a la derecha española? Ahora han empezado a descubrir las mieles del populismo, que es cosa distinta de lo popular, y que cualquier estudiante de Ciencias Políticas identifica como la antesala del fascismo puro y duro; pero ésa es otra guerra. O en la realidad, es la misma guerra pero en un frente distinto.
La trinchera que gallardamente defienden Luis Montes y su equipo ha rechazado un asalto con todo del enemigo. No del adversario, sino del enemigo, porque quien te llama "responsable de 400 asesinatos" supuestamente cometidos por uno en en un hospital no es tu adversario sino tu enemigo mortal, y como tal hay que tratarle. Madrid resiste, y al frente de la tropa que defiende los intereses del pueblo madrileño en materia sanitaria hay un hombre flaco, de rostro dolorido y mirada serena, vestido con la bata de trabajo de los que cuidan las vidas ajenas incluso en el mismo umbral de la muerte; quienes las arrebatan llevan otros uniformes, también a veces salpicados con sangre pero por motivos muy distintos.
La derrota de esta partida de canallas -Esperanza Aguirre, Lamela, Güemes y sus secundarios-, no debe hacernos olvidar que se ha ganado una batalla, pero que la guerra sigue. Cuando se hayan lamido las heridas volverán a la carga, no lo duden. Pero nuestras trincheras van a estar más reforzadas y mejor guarnecidas que nunca. Y además, para dirigir la defensa hemos rescatado un capitán como hay pocos: el doctor Montes. No pasarán.