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jueves, 24 de enero de 2008

Duran Lleida y los 40 ladrones


Dice la Sindicatura de Cuentas -órgano fiscalizador de la Administración autonómica catalana- que los sucesivos gobiernos de Pujol entre 1990 y 2001 no justificaron ante ella 1.400 millones de euros en cursos de formación para parados. Ahí es nada.

Se trata de fondos europeos administrados por el Departamento de Trabajo de la Generalitat de Catalunya a lo largo de esos diez años. Denuncia la Sindicatura de Cuentas que, "de una muestra aleatoria de expedientes investigados, el 95% carecen de facturas justificativas". Siempre según la Sindicatura, la muestra analizada "es lo suficientemente amplia para extrapolar sus resultados al resto de subvenciones concedidas".

Reseña luego la Sindicatura casos concretos, como los 4'33 millones de euros cobrados por tres empresas supuestamente dedicadas a impartir cursos que jamás se realizaron. Estas empresas son en realidad, meras tapaderas: "una propiedad de la patronal Confederación de Empresarios del Baix Llobregat, otra del empresario andorrano Fidel Pallerols y la tercera del Centro de Estudios Ocupacionales de la Mujer. Las dos últimas están relacionadas con Unió Democràtica, el partido de Josep Antoni Duran Lleida, y que gestionó el Departamento de Trabajo durante la década indagada". Y sigue la cosa "Según el síndico mayor, Joan Colom, el 95% de los expedientes consultados presentan irregularidades contables y administrativas. Las anomalías evidencian el absoluto descontrol con que los gobiernos nacionalistas gestionaron estos fondos".

A mí todo esto no me pilla de nuevo. Hace algunos años, traté a un par de individuos relacionados con el tinglado que luego se ha sabido tenía montado la UDC de Duran Lleida en el departamento de Trabajo del gobierno catalán, y la verdad nada de que lo que se va sabiendo me asombra. Uno de ellos había sido militante del PSC y de la UGT, castellanohablante por más señas, y de repente, según me comentó un dirigente sindical catalán de UGT, un día apareció en una reunión entre los sindicatos y la Consejería de Trabajo sentado entre los capitostes democristianos negociadores. El otro pájaro era un mercenario que había pasado por el grupúsculo que en los inicios de la Transición lideró el agente de la CIA Josep Pallach, más tarde recaló en el PSC-PSOE, y en esos años del saqueo de los fondos europeos mediante inexistentes cursos de formación para parados trabajó a las órdenes del democristiano Ignasi Farreres, entonces consejero de Trabajo y ahora personaje con la mierda hasta el cuello en este asunto (más tarde el mercenario intentó colarse en ERC; a estas alturas creo que sólo le falta probar el PP, y no me extrañaría que lo hubiera intentado ya).

A ese ambiente de corrupción en "omertá" se le llamaba entonces "oasis catalán", y era muy elogiado por la prensa adicta del régimen pujolista (casi toda la catalana) y admirado por ciertos sectores progresistas madrileños, hartos de los sobresaltos de la Villa y Corte. Desde aquí, desde Catalunya, algunos ya olíamos el pescado podrido, pero nunca nos hicieron mucho caso.

Lo que resulta especialmente repugnante de todo este asunto de corrupción masiva es que el latrocinio se llevara a cabo saqueando fondos destinados a paliar la situación de los parados. La burguesía catalana es lo que tiene: puestos a robar, no se conforman con enajenar las plusvalías; se llevan hasta el dinero que debería aliviar la situación de los parados que ellos mismos produjeron. Insaciables, ya digo.