Y ahora díganme: ¿DÓNDE ESTÁ LA FAMOSA CRISIS ESPAÑOLA QUE ESTAMOS PAGANDO LAS CLASES TRABAJADORAS Y POPULARES?.
En la imagen, Forges resume genialmente 2010.
Y ahora díganme: ¿DÓNDE ESTÁ LA FAMOSA CRISIS ESPAÑOLA QUE ESTAMOS PAGANDO LAS CLASES TRABAJADORAS Y POPULARES?.
En la imagen, Forges resume genialmente 2010.
Dice El País de hoy que el cura Santiago Gómez Sierra ha sido nombrado obispo auxiliar de Sevilla, evidentemente con el plácet del Papa o de su delegado directo para estos menesteres.; es sabido que los nombramientos en el seno de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana se producen no por elección ni oposición, sino directamente vía el santo dedo. ¿Bueno, y a nosotros, qué? dirán mis amables lectores, ateos o creyentes ¿a qué viene traer a colación el nombramiento de un obispo en España? ¡Será por obispos en este país!. No se impacienten, lo resumiré en un momento.
Resulta que el cura Santiago Gómez Sierra no es un cura cualquiera. El páter Gómez Sierra presidía Cajasur, la entidad financiera administrada -es un decir- por el Cabildo catedralicio cordobés, intervenida por el Banco de España a mediados de 2010 y vendida luego en subasta a la vasca BBK como consecuencia de la ruina a la que la llevaron sus gestores de años. Si en un principio las pérdidas generadas se creía que sumaban unos 200 millones de euros, apenas seis meses después y una vez revisadas las cuentas por los nuevos propietarios se calculan en casi 1.000 millones de euros y subiendo.
Las razones de semejante agujero radican en el saqueo de fondos llevado a cabo por los curas gestores -recuerden que según los informes de los organismos de intervención, llegaron a autoasignarse suculentas dietas por asistir a oficios religiosos-, y la continuidad de la concesión de créditos/regalo a conocidos gánsters del ladrillo de la costa andaluza cuando hacía muchos meses que ya había estallado la burbuja inmobiliaria española. Como resultado de tan brillante gestión, dice el diario madrileño, "Gómez Sierra, junto al anterior presidente de Cajasur (Juan Moreno) y otros 38 miembros de los dos últimos Consejos de Administración se encuentran expedientados por el Banco de España, que les acusa de tres faltas muy graves y una grave, con sanciones de hasta 150.000 euros y de penas de inhabilitación". En realidad todo esto debería tener una concreción judicial por la vía penal, lo contrario abre expectativas muy razonables sobre aquel viejo dicho que afirma que la forma más segura e impune de robar un banco es hacerlo desde dentro en lugar de atracarlo desde fuera.
Y sin embargo, ahí tienen al cura Gómez Sierra, convertido por el Vaticano en obispo en la tierra de María Santísima. En Francia o Alemania ya estaría en la cárcel, y eso que allí también hay católicos. La explicación de este hecho diferencial español tal vez resida en que el nombramiento, según el comunicado oficial al que remite El País, "proviene de la mano de Dios". Y es que al parecer a Dios le tienen al pairo fruslerías como la honradez de su curas españoles: qué tío, Dios. O quienes dicen hablar en su nombre, claro.
Uno, que es un descreído como ustedes ya se habrán barruntado, empieza a atar cabos cuando finalmente se entera de que el actual arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, el que en definitiva ha promocionado a Gómez Sierra llevándoselo a su vera, era el titular de la diócesis de Córdoba mientras Gómez Sierra y sus compinches del cabildo catedralicio arrasaban Cajasur. Vamos, que el arzobispo Asenjo era el jefe de Gómez Sierra en Córdoba en el orden eclesiástico, y por tanto también en cuanto gestor de Cajasur, ya que ésta era una institución directamente administrada por la Iglesia cordobesa. Como dice El País, "ya están juntos, otra vez, jefe y empleado". Convertido en obispo Gómez Sierra, su ascenso en la jerarquía le asegura la impunidad por los escasamente presuntos delitos que cabe atribuirle a la vista de la catástrofe de Cajasur. Omertá absoluta: la Santa Mafia continúa pues funcionando a todo vapor en pleno siglo XXI.
Al final de este blog campea una frase que aún siendo cosecha propia de un servidor de ustedes, en realidad matiza una célebre sentencia del pensador marxista renovador Cornelius Castoriadis: "El comunismo fracasó y la socialdemocracia está agotada. Hoy más que nunca, la alternativa es socialismo o barbarie". Que la experiencia comunista -con su capitalismo de Estado, su dictadura represiva, su desprecio de los valores humanos y ciudadanos y su ineficacia económica y social-, fue un fracaso tan rotundo que resulta inimaginable concebir su resurrección ni siquiera como mera hipótesis, está fuera de toda duda. Como igualmente está fuera de duda que la socialdemocracia, hija del ayuntamiento del temor capitalista al comunismo durante la Guerra Fría y de la fuerte expansión de la economía productiva tras la Segunda Guerra Mundial, está periclitada y obsoleta, al haber cerrado los patronos el grifo con el que se alimentaba el Estado del Bienestar y sobre todo, al producirse el cambio en el modelo de relaciones de producción y la desaparición del capitalismo centrado en la manufacturación de bienes materiales, substituido por el que basa sus beneficios en la especulación financiera.
En Catalunya esta destrucción del tejido productivo y su substitución por un universo de economía-ficción, viene produciéndose desde principios de los años ochenta. Una de sus consecuencias buscadas ha sido la extinción de los modelos mentales y teóricos tradicionales de las fuerzas de izquierdas -que remiten a la lucha contra el capitalismo productivo-, paralela a la introducción del pragmatismo desideologizado como método de gestión allá donde la izquierda gobierna. Así, las clases trabajadoras han quedado progresivamente desarmadas ante el asalto de la derecha económica y política; no es tanto que éstas hayan impuesto la aceptación razonada de sus ideas y sus políticas, sino que a través de los medios de generación de consenso social y sus altavoces han conseguido hacer creer que no hay otras posibles. Otro mundo no es posible, podría ser el eslogan del pensamiento único derechista. El aburguesamiento de los mandarines que gobiernan las organizaciones sindicales, políticas, sociales y culturales de la izquierda, y la deserción en masa de sus intelectuales rumbo a los cómodos prados en los que ahora pacen (cátedras, diarios, premios literarios...) han hecho el resto, posibilitando esa imposición.
Como consecuencia, el desconcierto del antiguo votante de izquierdas catalán es total. Desde hace tiempo sus dirigentes pertenecen en su mayoría a los estratos menos exitosos de la burguesía media catalana, y están impregnados de los valores y esquemas mentales propios de esa clase social; en su mayoría continúa teniendo como referente mítico al PSOE, un partido centenario al que se vota más por su pasado que por su presente, ya que actualmente vive en fase de transformación en una fuerza liberal cuyas políticas de gobierno y cuyos posicionamientos ideológicos están cada vez más desconectados de los intereses de las clases trabajadoras y populares; y en fin, el consumismo, la alienación, la competitividad y la insolidaridad, valores preconizados y difundidos por la derecha como recetas para desarticular las bases sociales de la izquierda, han cuajado de modo muy sólido en grandes sectores de las clases trabajadoras y populares, en Catalunya y en cualquier otra parte, mucho antes de que el fenómeno de la globalización les de consistencia de leyes universales.
Ante semejante panorama, el votante de izquierdas tradicional se refugia en la abstención. No cambia su voto llevándolo fuera de su espacio, porque entiende que no es la realidad la que ha cambiado en perjuicio de sus ideas; al contrario el mundo contemporáneo, sobreexplotador y extremadamente alineante como en ninguna otra etapa anterior del capitalismo, les dan la razón, las hace más vigentes que nunca. Es la incapacidad para encarnarlas que sufren las organizaciones de izquierdas, singularmente los partidos que hasta fecha reciente se reclamaban de esa ideología y que ahora prefieren calificativos eufemísticos y políticamente correctos como progresistas, verdes, demócratas sociales, etc, como nuevas identidades de conveniencia, la que hace imposible el voto a la fuerza de siempre e incluso a las otras fuerzas próximas pertenecientes al mismo espacio político.
La imagen que ilustra el post corresponde a un cartel llamando al voto a las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936. Muchas familias habían quedado rotas por la salvaje represión que siguió a los movimientos revolucionarios en defensa de la República de octubre de 1934.
La fotografía que ilustra el post es una imagen de los firmantes del Pacte del Tinell (2003), el primer intento desde 1939 de establecer en Catalunya el gobierno de un bloque de clases hegemonizado desde la izquierda política.