A las pocas horas de fallecer José Saramago, el humorista gráfico Forges entraba en el estudio de Radio Nacional de España para hacer en directo el programa de los sábados por la mañana. Sus compañeros se extrañaron de verle llevar corbata, una prenda que Forges nunca usa. "La llevo en homenaje a Saramago" explicó ante el micrófono, "porque una vez me dijo que no hay nada que desconcierte más a un capitalista que el ver a alguien de izquierdas con corbata".
La pequeña anécdota define perfectamente el carácter de José Saramago, del Saramago escritor, rebelde, comunista, ateo, iberista, pero por encima de todo, campesino del Portugal profundo. De sí mismo decía Saramago que dentro del escritor y antes que él, existía la persona de un campesino.
Nació José Saramago en Azinhaga, un pueblo del Ribatejo, en el seno una familia de jornaleros campesinos analfabetos. Analfabeto él mismo hasta la adolescencia, conoció la humillación de ofrecerse en la plaza del pueblo para ser contratado por jornada de trabajo. Más tarde su padre se hizo policía, y la familia emigró a Lisboa dejando a los abuelos en el pueblo, adonde José solía ir con frecuencia. De hecho, el amor y la admiración por sus familiares campesinos, sobre todo por su abuelo, cuya filosofía y cosmovisión del mundo, sencilla y pegada a la tierra, hizo suya Saramago desde niño, guió toda su vida y alimentó su mirada sobre los hombres y las cosas. De esos años mágicos a la vez que terribles habla en su maravilloso libro autobiográfico "Las pequeñas memorias".
Los años difíciles de la infancia y la adolescencia forjaron su compromiso con su clase y con su gente. Luego la guerra de España dejó una impronta indeleble en la formación ideológica de quien muy pronto entendió que la miseria que le rodeaba no era casual ni voluntad de Dios, sino la consecuencia lógica de la explotación del hombre por el hombre. En los años de la dictadura salazarista Saramago trabajó oscuramente como oficinista en Lisboa, en lo que parecía un destino paralelo al de Fernando Pessoa (al que tantas cosas le unen, y del que tantas otras le separan), y comenzó a escribir textos que tuvieron escasa difusión o fueron directamente censurados. Es tras la Revolución de los Claveles (1974) cuando un Saramago ya maduro se revela como quizá el más importante escritor en lengua portuguesa del siglo XX. Antes, en 1969, había ingresado en el clandestino Partido Comunista Portugués, en el que ocupó algunos cargos en los años posteriores a la revolución portuguesa. A la larga el Saramago comunista sin concesiones chocaría con los viejos burócratas estalinistas, que como Álvaro Cunhal, patrimonializaban el partido. De igual modo, el Saramago defensor de la Revolución cubana acabará diciendo "hasta aquí he llegado" en una carta abierta en la que denunciaba la degeneración del régimen cubano. Y es que la utopía que defendía José Saramago era tan limpia, tersa e íntegra como su escritura.
Su éxito como escritor se produce en los primeros años ochenta. Traducido a todas las lenguas importantes, sus novelas le encumbran hasta la cima de la fama. En 1998 le conceden el Premio Nobel, el único que ha obtenido Portugal. Sin embargo unos años antes, en 1993, tuvo que marchar de su país, acosado por la Iglesia católica y el gobierno del derechista Cavaco Silva, que no le perdonaron la publicación de "El Evangelio según Jesucristo", una novela en la que el ateo Saramago muestra un Jesús humano y campesino, nada divino, quizá una trasposición de la figura de su abuelo. Saramago se refugia en la isla de Lanzarote y se casa, por tercera vez, con Pilar del Río, su traductora al español, quien se convertirá en la felicidad y el apoyo de sus últimos años.
De su obra, y además de "Las pequeñas memorias" de su infancia y "El Evangelio según Jesucristo", les recomiendo leer "Memorial del convento", una novela histórica sobre la lucha contra el fanatismo y el oscurantismo religiosos, y sobre todo "La balsa de piedra", una divertida parábola contra la integración europea de los países ibéricos, cuyo argumento arranca de una hipotética fractura que se produce inopinadamente en los Pirineos a consecuencia de la cual la Península Ibérica comienza a navegar a la deriva entre África y América, mientras españoles y portugueses descubren que no sólo se alejan irremediablemente de Europa sino que que se han quedado solos sobre esa inmensa balsa pétrea, y que por consiguiente no van a tener más remedio en adelante que soportarse unos a otros.
Del coro universal que lamenta la muerte de Saramago ha disonado, horrísona, la trompetería de la secta vaticana. Aún no habían transcurrido 24 horas de la muerte del escritor portugués cuando "L'Observatore romano", el portavoz oficial de la Curia (Gobierno) de la Iglesia católica universal, vomitaba urbi et orbe todo el odio y la bilis que sienten por él unos seres abyectos que no le perdonan a Saramago el que hablara de Dios siendo ateo. Decía José Saramago que "la muerte ha inventado a Dios", y que una organización como la Iglesia Católica, y en general cuantas sostienen las religiones en pie, no sólo se basaba en un fraude descomunal sino que era el sostén ideológico principal de las injusticias en el mundo. La infame alegría por la muerte de José Saramago que trasluce esa pieza del periódico vaticano, pertenece ya por derecho propio a la Historia Universal de la Infamia.
En España la despedida a quien fue promotor del ideal iberista -lo que le valió asimismo no pocos insultos de los nacionalistas recalcitrantes portugueses y españoles-, ha sido la misma que se pudiera tributar a un intelectual compatriota muy querido. Hasta la derecha española ha dejado caer algunos elogios al escritor "desde la discrepancia ideológica", como señalaba monjilmente Mariano Rajoy en un breve suelto que firmaba ayer en El País. Seguramente a estas horas incluso Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad Autónoma Madrileña, ya sabe quién es José Saramago. Recordarán que hace unos años Aguirre respondió a una pregunta acerca de su opinión sobre la obra de Saramago con estas palabras textuales: ¿"Sara Mago, dice usted? ah sí, una gran pintora", y se quedó tan ancha. Era para desconcertar a esta derecha por lo que Saramago siempre llevaba corbata.
12 comentarios:
Leyéndolo todo sobre Saramago en estos sus días, porque suyos son por protagonizar el adiós, encuentro tu artículo.
Muy completo, muy emotivo tb. gracias
Hombre, si, "si non è vero è ben trovato"; como chiste es fantástico, pero parece que tal cosa no pasó:
http://www.elmundo.es/encuentros/invitados/2001/01/210/ (respuesta nº 27)
Aunque sea para desprestigiarla, no creo que Doña Espe ( entrevistada asiduamente en Sálvame ), merezca estar presente en un articulo de despedida y sentido reconocimiento del premio Nobel.
Ximo, claro que pasó. La periodista Rosa María Artal, que no es ningún mindundi, afirma haberlo oído personalmente:
http://rosamariaartal.wordpress.com/2009/04/30/desprecio-de-la-cultura/
Te dire más, yo he oído en la radio a Esperanza Aguirre intentar echar tierra al tema diciendo que su respuesta fue una broma.
Otra de sus famosas perlas culturales, perfectamente documentada: cuando preguntó a la madre de la escritora Dulce Chacón por qué ésta no asistía a la inauguración de un colegio en Fuenlabrada con su nombre: "¿Está en Cuba?" preguntó socarrona Aguirre; "está muerta", contestó la madre.
http://www.elpais.com/articulo/madrid/IU/queja/Principes/Fuenlabrada/detencion/republicanos/Mostoles/elpepiautmad/20060523elpmad_4/Tes/#despiece1
Siento tener que polemizar por una cosa asi y con la apariencia de defensa de Esperanza Aguirre.
En este caso me decanto por creer al propio interesado quien, además, insinua conocer el nombre del periodista que lo puso en circulación, que a una periodista por nada "mindundi" que ésta sea.
Por lo demás, he escuchado o leido como E.A. decia de "SARA MAGO" que era bailaoara, escritora y pintora.
Saramago en EL MUNDO: Aunque Esperanza Aguirre ha dicho antes y después alguna sentencia similar a esa, estoy en condiciones de afirmar que ella no ha dicho nunca eso, fue un invento de un periodista que puso ese chiste en circulación. No diré el nombre del periodista.
Ximo, el periodista al que te refieres es Javier Rioyo, al menos ése es el nombre que da El Mundo.
Nada que ver. Te repito que yo he oído a Esperanza Aguirre en la radio decir que "eso" fue una broma. No me lo ha explicado nadie, lo he oído yo.
Y desde luego a quien no creo jamás es a un diario especializado en la intoxicación, la mentira, la calumnia y la difamación, que por lo demás lleva tiempo promocionando y protegiendo la imagen de Esperanza Aguirre hasta extremos ridículos.
Un saludo.
Dios no es de fiar...
Pues no sé si Dios es de fiar o no, Marta. De quien cada día desconfío más es de sus presuntos delegados en la Tierra.
Joaquim Tu magnífico artículo lo he pasado al blog de Saco diciendo: "así se habla de Saramago".
Tu le has leido y conocido a través de su lectura (supongo que no personalmente (aunque no me extrañaria)y sin lágrimas de cocodrilo o frases hechas, haces de él un sentido y sabio elogio.
Yo tambien oí como alguien reprochaba s la "espe" su incultura cuando era ministra de cultura por la frasecita de marras.
No tiene ningún sentido que se dijera publicamente y que ella no lo desmintiera si no hubiera sido cierto.
Un abrazo
Marian
Son palabras del autor a propósito de su novela Caín en la que hace unas reflexiones harto lúcidas sobre la Biblia y los textos en ella contenidos. Tal vez debí haber puesto la frase completa:
Dios no es de fiar. ¿Qué diablos de Dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín?
Lamento la confusión...
Ya me hubiera gustado conocer a José Saramago, Marian, pero no tuve esa suerte. De todos modos, leerle es como dialogar con él.
Marta, como le sucede a muchos ateos Saramago se sentía fascinado por Dios, quizá la creación más elaborada de la mente humana.
Siguiendo a Saramago cabe pensar que el que inventáramos a Dios resulta comprensible, pero ¿por qué hemos de soportar a unos farsantes que dicen tener línea directa con él y hablarnos en nombre de quien no es más que un producto de nuestras neuronas amedrentadas?.
Eso mismo me pregunto yo, Joaquím, eso mismo...
Hace tiempo leí que la especie humana es la única consciente de su propia muerte y que ése ha sido el motor evolutivo, no tanto la bipedestación, la práctica de la caza en grupo o cualquier otra explicación común.
Imagina, hacerte con el control de semejante idea, desarrollar un corpues teórico al respecto y administrar el comportamiento del personal para que puedan alcanzar los beneficios post-mortem prometidos, mientras que al mismo tiempo, los otros beneficios, los materiales, también los administras so pena terribles.
No en vano los primeros templos de todas las religiones siempre están asociados a la función de almacenes/centros de reparto y al control de los excedentes de producción en las sociedades que ya han abandonado la depredación como sistema económico. ¡Casi ná!
Exactamente Marta, las primeras ciudades crecen en torno a centros religiosos que en realidad son gigantescos almacenes: hay cientos de ejemplos en todo el Creciente Fértil, desde Ur (en Mesopotamia) a Karnak (en Egipto).
Parece pues que antes fueron los sumos sacerdotes que los reyes, y los curas que los funcionarios. El poder civil sería así una emanación del poder religioso, que a su vez no sería más que pura superestructura legitimadora del poder económico.
¡Al final, siempre volvemos a Marx, por más vueltas que demos!.
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