Dice El País que el presidente federal de Alemania, Horst Köhler, democristiano, "presentó ayer su dimisión". El motivo para tal decisión radica al parecer en unas declaraciones recientes, "en las que se refirió a la presencia del Ejército alemán en Afganistán y a la protección de los intereses económicos de Alemania".
Resulta que durante una visita que giró recientemente el ya ex jefe del Estado alemán a las tropas de su país estacionadas en Afganistán, se conoce que el hombre tuvo un ataque de sinceridad y declaró a la radio pública de su país que "En casos extremos es necesaria la fuerza militar para asegurar nuestros intereses, por ejemplo la salvaguarda de nuestras rutas comerciales", refiriéndose a la presencia de militares alemanes en el país asiático. A partir de ese instante el presidente Köhler recibió palos de todo el espectro político, hasta que ayer mismo decidió tirar la toalla.
Aunque prácticamente desconocido por la prensa y el público fuera de Alemania, Horst Köhler no es precisamente un recién llegado ni un político de segunda fila. Hace unos años fue director del Fondo Monetario Internacional, y gozaba hasta ahora de la plena confianza y el completo apoyo de la canciller Angela Merkel, quien propició su candidatura en los dos mandatos que Köhler llevaba en la presidencia de su país.
Evidentemente esta es una noticia a la que los medios le están poniendo toda la sordina del mundo. Que un político de derechas del nivel del ex presidente alemán reconozca en público que Alemania -y por consiguiente, el resto de países que la acompañan en la aventura- está en Afganistán defendiendo sus intereses comerciales, revela el calado real de la "misión humanitaria" que los ministros, ministras, y alguna ministrita del ramo europeos nos intentan vender, con fortuna decreciente eso sí. Afganistán sólo engorda las cuentas corrientes de los de siempre, y los soldados profesionales que van allí deberían saber que si mueren lo estarán haciendo por la paga mercenaria que perciben, desde luego, pero sobre todo defendiendo los intereses de empresas que por ejemplo construyen carreteras donde no hay vehículos que las recorran (salvo las patrullas militares extranjeras).
En fin que como en los tiempos de las viejas guerras coloniales en el Rif marroquí a principios del siglo pasado, los soldados españoles matan y eventualmente mueren para que accionistas de Madrid y de otras capitales occidentales acumulen más beneficios a los ingentes que ya perciben. En aquellos años la guerra contra las cábilas marroquíes se hacía a mayor gloria de España y protección de los dividendos de la compañía Minas del Rif, entre cuyos principales accionistas figuraban Alfonso XIII, verdadero arquetipo de monarca español, y el general Silvestre, el inútil responsable directo del Desastre de Annual, en el que dejaron la piel 11.000 soldados (reclutas forzosos) españoles.
Por lo visto, habrá que esperar a otro desastre similar en Afganistán para que el presidente español, el FMI, Obama o quien sea que realmente mande en Moncloa, decrete el final de la aventura española en los secarrales y colinas afganos.
En la fotografía que acompaña el post, cadáveres de soldados españoles en la posición Annual /Marruecos, 1921.
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