Cuando faltan pocos días para que el "Nuevo laborismo" pase definitivamente a ocupar su lugar en la Historia -que no es otro que el lúgubre basurero en el que terminan indefectiblemente los proyectos políticos que no son más que un rótulo publicitario sin contenido, creados al servicio de muy concretas ambiciones personales-, conviene recordar la figura del hombre que desde el terreno de la crítica teórica le ha dado toda la leña del mundo al blairismo, denunciando el vacío conceptual del invento y su perniciosidad para la izquierda: se trata de Alex Callinicos, verdadero precursor en la crítica al laborismo degenerado, esa forma de socialdemocracia vaciada de sí misma hasta perder cualquier referencia no ya de izquierdas, sino incluso de pura democracia formal. El nuevo laborismo es hoy un residuo, una pura excrecencia de la "revolución neocon" desencadenada por los sectores más reaccionarios durante la presidencia de George Bush hijo.
Como intelectual, Alex Callinicos es hoy una de las escasas referencias marxistas a nivel europeo, en un plano más político y de acción que Eric Hobsbawn, el último patriarca vivo del pensamiento marxista contemporáneo. Callinicos nació en 1950 en la entonces Rhodesia del Sur, hoy Zimbawue. Su madre era una aristócrata inglesa de alta alcurnia, y su padre un griego que se había distinguido en la guerra civil librada en el país heleno contra la ocupación británica y sus cipayos tras la Segunda Guerra Mundial. Callinicos se hizo militante revolucionario en los ambientes universitarios de la Sudáfrica del "apartheid", para circular más tarde como estudiante primero y luego docente en Oxford y otros prestigiosos centros educativos superiores británicos. Políticamente Alex Callinicos es un trostkysta convencido y bastante esquematista, además de apasionado actor en la arena de la izquierda anglosajona, lo que le ha llevado a intervenir como un elefante en una cacharrería en proyectos como Respect, la apuesta colectiva por una alianza de fuerzas a la izquierda del laborismo oficial, que los trostkystas y singularmente Callinicos reventaron desde dentro con polémicas tan inútiles como eficazmente destructivas.
Lo que nadie puede negarle a Callinicos es su capacidad como analista de la evolución del capitalismo contemporáneo y sus manifestaciones políticas, de las que el "Nuevo laborismo" ha sido una especie de ensayo de travestismo al servicio de un cesarismo de guardarropía, al que ahora empieza a llamarse blairismo. Cuando Tony Blair se hizo con el control del Labour, su ideólogo de cabecera, Anthony Giddens lanzó la llamada "Tercera Vía" como banderín de enganche de la "modernización" de la socialdemocracia británica. Se trataba de "poner al día" el mensaje laborista, haciéndolo discurrir supuestamente por un camino intermedio entre capitalismo y comunismo; una falsa alternativa del diablo, en un momento en que el reaganismo/thatcherismo de un lado arrastraba a la derecha política y económica a posiciones de extrema derecha militante, en tanto el comunismo hacía aguas por todas partes mientras se le venía encima el Muro de Berlín. En suma, la Tercera Vía de Blair no formuló nada nuevo ni original y simplemente como se demostró en su acción de gobierno posterior, añadió más agua al vino ya de por sí aguado de la socialdemocracia de finales del siglo XX. Lo que más enciende, con todo, es la pobreza teórica de los textos en defensa del "Nuevo laborismo" escritos por Giddens y otros colegas salidos de reputadas universidades británicas; en todos estos años esa gente se ha mostrado incapaz de pergeñar por escrito algo que justifique el rango de intelectuales que se atribuyen.
La crítica de Callinicos al blairismo, demoledora en textos como "Contra la Tercera Vía" (Editorial Crítica, 2001), tiene el acierto de ubicar a Tony Blair y compañía no ya en la izquierda reformista rebajada con sifón, sino en la pura derecha neoliberal. Hay que resaltar que Alex Callinicos le zurraba al "Nuevo laborismo" y a sus epígonos antes de que Tony Blair estrechara hasta el paroxismo su "vínculo trasantlántico" con el gobierno neocon de EEUU, y se convirtiera en el fiel escudero (junto con José María Aznar) de George Bush en sus aventuras criminales en Oriente. En el libro mencionado Callinicos despanzurra conceptos blairianos tan inanes como la "nueva economía", de la que nadie ha vuelto a oír hablar desde entonces, supeditada como ha quedado la economía británica a los intereses de los centros especulativos internacionales gobernados por las corporaciones que rigen Wall Street, o el papel de Gran Bretaña en la política internacional, en la que viene actuando desde la Thatcher como sicario mamporrero de los intereses imperialistas yanquis. Por fortuna, de aquí a unos días, de todo eso que se dio en llamar Tercera Vía, Nuevo laborismo o blairismo, no quedará ni el recuerdo.
Y en fin, como que Callinicos resulta un pensador con registros mucho más amplios que el análisis de esa socialdemocracia despellejada de su condición de tal que ha sido el blairismo, vale la pena que le den una ojeada a la entrevista que hace algunos años subí al blog Papeles Rojos, titulada "Más allá del postmodernismo, la lucha de clases".
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