Algo empieza a moverse en la sociedad española. Las plazas de las principales ciudades se han llenado con miles de personas, en general jóvenes pero también gentes de otras edades, reclamando una verdadera democracia con más fuerza incluso que la solución de los problemas enquistados. Lo que ha sorprendido a los políticos es esto: que no se pida a gritos que el paro acabe mañana o que la derecha económica quite sus sucias manos de la sanidad pública, por ejemplo, sino que la clase política se avenga a compartir el poder con la calle. No plantean una revolución, lo que exigen es que se respeten las formas.
La respuesta histérica de la derecha española da pistas de que los "indignados", como se les empieza a conocer popularmente, no van desencaminados. Toda la perrera mediática se ha volcado en "denunciar" una conspiración del PSOE tras lo que intenta pasar por un movimiento popular espontáneo. En realidad, lo que esta ocurriendo ni responde a una conspiración orquestada ni es del todo espontáneo. Las redes sociales son pianos cuyas teclas si se tocan de manera adecuada, responden generando músicas que a menudo desbordan a los mismos pianistas, sobre todo cuando estos carecen de verdadera experiencia política. A las izquierdas, empezando por el PSOE, toda esta movida les ha pillado a contrapelo, lo que dice más bien poco de su presencia real en las redes sociales y en el ciberespacio: ni siquiera se han olido lo que se estaba cocinando en la Red de Redes.
Otro sí en cuanto a reacciones destempladas, la de la Junta Electoral. Este insufrible y prescindible organismo -al menos en su configuración actual-, que continúa pretendiendo manejar los procesos electores a su antojo, reminiscencia volutiva de su función primigenia cuando fue creado a finales de los años setenta para garantizar que los tardofranquistas agrupados en UCD retuvieran el Gobierno en las primeras elecciones generales democráticas en España, celebradas en 1979. Treinta y dos años más tarde la Junta Electoral sigue metiendo mano en el asunto, aprovechando cualquier excusa para condicionar los procesos electorales. Véase su empeño en conseguir que durante las campañas electorales, los medios de comunicación de titularidad pública deban ajustar los tiempos de aparición en ellos de los partidos en función de los resultados electorales obtenidos en la anterior convocatoria, lo que perjudica claramente a las pequeñas formaciones y convierte en puro ruido las apariciones de los partidos mayoritarios. Ahora la Junta Electoral ha tenido las gónadas de dictaminar que los ciudadanos que ocupan pacíficamente las plazas de Catalunya en barcelona y la Puerta del Sol en Madrid están perjudicando el desarrollo de la campaña electoral. Recuerden como en 2004, durante el amago de autogolpe de Estado del Gobierno Aznar en las jornadas que sucedieron al 11-M, la Junta intentó paralizar las elecciones entonces convocadas, por estimar que los ciudadanos que protestaban en la calle contra las mentiras y la felonía del gobierno derechista en relación con la cadena de atentados sufrida ponian en riesgo la "jornada de reflexión" previa a las elecciones. Dicho sea de paso, la "jornada de reflexión" es otro invento de 1979 creado a fin de mejor controlar policialmente la calle en la jornada preelectoral y condicionar en lo posible la emisión del voto: no se puede hacer propaganda electoral, pero la perrera mediática no se priva de llamar al voto por los candidatos derechistas.
De todos modos, el movimiento Democracia Real es en estos momentos un magma confuso que difícilmente cuajará en nada que pueda tener continuidad. Es sobretodo un movimiento de protesta de las clases medias, irritadas por la pérdida continuada de nivel de vida que vienen sufriendo, así que difícilmente se estructurará en algo con vocación de continuidad más allá del pataleo en la calle y en la Red. Políticamente no perjudica a nadie de momento, pero sí constituye una muy seria llamada de atención a la clase política, un aviso de lo que va a venir. La espita se ha abierto y de seguir así , lo que llegará pronto puede que no sea tan pacífico y educado como lo habido hasta ahora: desde el populismo de corte fascista a los planteamientos anticapitalistas revolucionarios, el Sistema en su conjunto políticos incluidos pueden verse muy pronto cuestionados por masas insurgentes que respondan a los esloganes electorales habituales con pedradas y cócteles molotov. En un contexto como el español actual, resulta muy fácil pasar de la protesta a la insurgencia.
En la foto que ilustra el post, manifestantes en la concentración del 15 de mayo en Madrid.
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