El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) acaba de emitir una sentencia que de manera a todas luces calculada viene a abrir la campaña electoral en España, cuando en realidad todavía faltan dos meses y medio para que se celebren las próximas elecciones generales.
Los señores y señoras del TSJC han tenido a bien exigir a la Generalitat de Catalunya que imponga la lengua castellana como vehicular de la enseñanza en esta comunidad en el plazo de dos meses. Curioso para empezar que algo tan lento como la ¿Justicia? española imponga plazos tan cortos a otros. Más curioso todavía que la resolución responda a la petición formulada en su día por tres familias -tres- que exigen enseñanza vehicular en castellano para sus retoños. Les aseguro que no han habido celebraciones en las calles de masas de padres entusiasmados con la sentencia. Por el contrario, y fuera de la llamada "comunidad educativa" donde la sentencia ha sido acogida con indignación, a nivel popular ha sido recibida con la más absoluta indiferencia.
Una vez más se intenta crear un problema donde no lo hay. El sistema de inmersión linguística en Catalunya viene garantizando desde hace más de dos décadas la cohesión entre comunidades culturales y lingüísticas, y no solo entre autóctonos y emigrantes provenientes de lo que los cursis llaman el "Estado Español": en los últimos tiempos el sistema educativo catalán ha permitido precisamente una rápida integración de los niños provenientes de países con culturas muy diferentes a la nuestra. Lo críos lo aprenden todo a una velocidad endiablada, y si los mayores no les azuzan con sus prejuicios la lengua resulta al cabo un instrumento de conexión e intercambio con los demás, y no una barrera que delimite cercados en los que separar borregos según raza, tal como le gustaría a algunas organizaciones grupusculares promovidas y usadas por el Partido Popular en Catalunya como instrumentos de agitación social, promotoras de la sentencia de sus ignorantes señorías del TSJC
Por lo demás la situación del castellano en Catalunya es mejor que nunca. Según decía ayer El Periódico de Catalunya, el nivel de calidad del castellano que usan los escolares catalanes es dos décimas superior a la media española, lo que en la lengua de Cervantes equivale a decir que los alumnos catalanes conocen y usan este idioma igual o mejor que sus colegas de la mayoría de comunidades autónomas monolingües en castellano. Según datos de ese mismo diario, un porcentaje ligeramente superior al 50% de los residentes en Catalunya usa el castellano en sus relaciones familiares, y alrededor del 75% de los habitantes del Área Metropolitana de Barcelona lo usa como lengua habitual.
En Catalunya no existe ningún problema lingúístico. Otra cosa es el deseo de crearlo con fines políticos. El uso social de las lenguas es exactamente eso, social. A los nacionalistas catalanes les fastidia que el castellano sea lengua de comunicación habitual para una buena parte de la población catalana, y a los nacionalistas españoles -incluidos los de izquierdas- les fastidia que el catalán sea una lengua que facilite la cohesión y la promoción social en Catalunya. Allá cada cual con sus bajezas, pero la realidad es la que es por más que se empeñen en intentar torcerla.
Segregar a los niños en razón de su lengua materna es políticamente irresponsable y socialmente criminal. Es el mejor modo de promover las brechas entre comunidades, destrozar la cohesión interna y en definitiva, enmascarar los verdaderos conflictos, que han sido, son y serán los de clase y no los superestructurales fabricados aposta (religión. etnia, lengua, cultura...). Porque en definitiva esta sentencia lo que viene a promover es la distracción de los problemas reales de este país, centrados en el paro y el trabajo-basura, la destrucción de los servicios públicos, el saqueo de los recursos económicos, y la venalidad de una clase financiera y empresarial que nos está devolviendo a los orígenes del capitalismo y a cuyo servicio milita el establishment político.
Estamos pues ante otro anzuelo lanzado para que piquemos, ante una representación teatral en la que en el fondo nacionalistas catalanes y españoles están de acuerdo, ya que a unos y a otros les convienen las cortinas de humo que cieguen a la gente de modo que olviden sus verdaderos intereses a la hora de votar. Verán como una vez se hayan celebrado las elecciones, no pasa nada y todo se disuelve en el aire hasta la próxima. El petardazo del TSJC habrá servido para que la derecha nacionalista catalana pesque algunos votos más en Catalunya y la derecha nacionalista española haga lo propio en España, y aquí paz y después gloria. Hasta que llegue el día que a fuerza de invocarlo en vano, realmente venga el lobo.
En la imagen que ilustra el post, un panfleto con la imagen de Francisco Caja, portavoz del grupúsculo de extrema derecha Convivencia Cívica Catalana, impulsor de iniciativas contra la lengua catalana como la comentada y que lidera Alejo Vidal Quadras, conocido dirigente fascista del Partido Popular en Catalunya.
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