lunes, 10 de enero de 2011

Berlín 1919, el honor del espartaquismo


Un día como hoy de 1919, en Berlín se combatía fieramente calle por calle. Desde el 5 de enero, decenas de miles de revolucionarios socialistas y comunistas hacían frente en la capital alemana a los restos del Ejército alemán al que apoyaban las bandas de "Freikorps" ("cuerpos francos", ex militares desertores y desmovilizados a sueldo de los contrarrevolucionarios y antecesores de las SA nazis).

La huelga general proclamada en Berlín días antes enfrentó a partidos miembros del Gobierno revolucionario, que había tomado el poder en noviembre de 1918 tras derrocar el régimen imperial. Los socialdemócratas "mayoritarios" intentaban crear una república burguesa que inmediatamente fue contestada desde los Consejos de obreros y soldados y sus organizaciones políticas principales, el USPD de Karl Kaustky y la Liga Espartaquista de Rosa Luxemburgo. Por cierto, al salir de la cárcel donde había estado recluida por haber luchado desde dentro de Alemania contra la guerra, lo primero que pidió Rosa fue una amnistía para todos los presos políticos y la abolición de la pena de muerte. Nadie le hizo caso.

La presencia política de los espartaquistas, su prestigio ante los trabajadores y su compromiso con éstos, les arrastró a cometer dos errores que hubieron de lamentar sus principales dirigentes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht: primero, su conversión en KPD, Partido Comunista de Alemania, espoleados por otros grupos menores que les obligaron a asumir el liderazgo revolucionario, y posteriormente su participación en la insurrección armada de enero de 1919, en cuya preparación no tomaron parte y a la que se sumaron para no quedar desbordados por los acontecimientos. Dos errores estratégicos que hay que contextualizar en el tsunami político y social que sacudió Alemania y Europa central en general, en los años que median entre el golpe de Estado bolchevique en Rusia (octubre de 1917) y el putsch de Munich (noviembre de 1923), preludio del asalto nazi al Estado alemán.

La revolución de Berlín acabó el 12 de enero de 1919. Una vez vencido el levantamiento popular, la generosidad espartaquista fue recompensada por el Gobierno socialdemócrata con una persecución implacable. Rosa y Karl Liebknecht fueron asesinados el 15 de enero. El crimen lo llevaron a cabo miembros de los "Freikorps", a quienes se supone que los representantes en Berlín del SPD les entregaron presos los dirigentes espartaquistas y otros izquierdistas; al menos esa es la versión acuñada por la Komintern, y tradicionalmente difundida por los partidos comunistas de obediencia soviética. En el caso concreto de Rosa Luxemburgo y sus compañeros espartaquistas, cabe preguntarse si en realidad no molestaban más a los dirigentes de la URSS que a los socialdemócratas alemanes, dado el calibre de las críticas dirigidas por Rosa contra el ejercicio antidemocrático y antiobrero del poder por el PCUS en la Rusia soviética, y sobre todo a su negativa a actuar como un títere de Moscú en Alemania. Al cabo, la tradición de crímenes inducidos desde la URSS contra dirigentes de la izquierda europea molestos para los soviéticos tiene una larga tradición: basta con citar a Andreu Nin o Trostky como ejemplos palmarios.

Aún así, en los años treinta, en plena época nazi, todavía quedaban núcleos espartaquistas activos en el Reich alemán. De hecho, la resistencia armada interior contra el nazismo llevada a cabo por grupos de trabajadores alemanes, un episodio glorioso silenciado y casi desconocido que se prolongó hasta la liberación de Alemania en 1945, debe mucho a antiguos espartaquistas.

El mensaje político de Rosa Luxemburgo se articula sobre tres ejes centrales. Un siglo después, cada uno de ellos mantiene toda su frescura y vigencia:

-La crítica del nacionalismo, por ser una ideología alienante y burguesa, contraria por tanto a los intereses reales de los trabajadores.

-La crítica del bolchevismo, por haber secuestrado sus dirigentes la revolución popular arrebatándosela a las masas en beneficio de una casta cerrada de profesionales/vividores de la política.

- La defensa de la democracia de masas, como único sistema verdaderamente democrático y revolucionario de gobierno. Es decir, la democracia ejercida por las masas de modo participativo y directo, sin ningún partido que se arrogue la dirección del proceso de construcción del socialismo.

Junto a los ejes enunciados, el pacifismo activo y la lucha por la emancipación de las mujeres constituyeron los pilares del pensamiento de una mujer que se avanzó a su época propugnando una revolución transformadora, humana y solidaria, y que abominó siempre de todo derramamiento de sangre incluso cuando se vio forzada a participar en él.

Honor a Rosa Luxemburgo y a los hombres y mujeres de la Liga Espartacus.

En la fotografía que ilustra el post, milicianos espartaquistas manejan una ametralladora en una barricada berlinesa durante las jornadas de enero de 1919.

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