Unos días pasados en Madrid me confirman algunas ideas previas mías sobre la ciudad que he ido madurando en los últimos tiempos, y que se pueden resumir en dos: la capital del Estado español es una ciudad más viva y moderna de lo que sus habitantes creen, y mucho menos influyente y acaparadora de lo que nos pensamos quienes vivimos fuera de ella pero de algún modo bajo su sombra.
El viernes por la tarde quedé para tomar un café con Palinuro. Como que sus múltiples ocupaciones le impidieron a última hora el encuentro, el conocido bloguero me envió en su lugar a Ramón Cotarelo, especie de alter ego suyo, un intelectual culto, cordial, expansivo y oceánico en conocimientos y modo de comunicarlos. Sospecho que Cotarelo tiene como yo algunas dificultades auditivas, o tal vez sea la costumbre de nuestros cátedros de tener que desgañitarse al impartir clase a rebaños de tropecientos educandos, el caso es que nuestra charla fue seguida, presumo que con deleite, por la docena de parroquianos que a esa hora tomaban café en un modesto local de Fuencarral. Debieron salir de allí un poco confusos, eso sí, pues Cotarelo y yo saltamos alegremente de un tema a otro, pasando de la batalla de las Navas de Tolosa al decreto de Nueva Planta, los orígenes de Madrid como capital de las Españas, la generación del 98 y y sus lamentaciones y hasta a discutir la condición de Carlos III como presunto mejor alcalde de la ciudad. "Pues vaya mierda de rey, que con los problemas que tenía España se dedicaba a poner farolillos por las calles de Madrid", argumentó, implacable con el Borbón empelucado, el republicano Cotarelo.
Lo curioso del barecito en el que conversamos es que estaba empapelado con fotos de Marilyn Monroe por todas partes menos por una, en la que asomaba el rostro andrógino y con corte de pelo a lo garçon (un escándalo, oigan) de Audrey Hepburn. También había una Santa Cena de antes del Photoshop con la rubia por antonomasia presidiendo el ágape rodeada por 12 apóstoles con los rostros de Elvis Presley, James Dean y un buen puñado de mitos norteamericanos de los cincuenta. En resumen, todo muy casual y muy simbólico a la vez.
Ramón me llevó luego con él al cercano local de Las Indias Electrónicas, donde David de Ugarte tuvo la amabilidad de fascinarnos con los proyectos de esta gente, de los que francamente no entendimos un carajo (Cotarelo y yo somos gentes de papel impreso a la vieja usanza no como Ugarte y Palinuro, que se mueven como Dios en el éter electrónico). Nos llevamos un par de libros que David nos regaló con la intención de que nos aclararan conceptos sobre empresas digitales, trabajo en red y nuevas propuestas de relaciones sociales y hasta personales en la era electrónica. Cotarelo añadió por su cuenta un volumen que acaba de publicar sobre la política en la era de Internet, que prometo leer con atención y comentar aquí. El libro lo firma Ramón Cotarelo, pero sospecho que lo ha escrito Palinuro. Luego de despedirnos me vino a la cabeza aquello que cantaba Miguel Ríos tres décadas atrás, en su tema "Año 2000":
"Esta es la era de Mr. Chip, el futuro se puede tocar,
nacen cronistas, brujos y sabios
que alucinan con lo que vendrá."
Se ve que ya en el lejano 1980, el rockero granadino tenía información privilegiada sobre lo que venía.
Al día siguiente comí con un grupo de amigos un pantagruélico cocido madrileño, vive Dios, del que no pudimos acabar ni la mitad. A la mesa éramos 10 personas, todos adscritos al rojerío en sus múltiples facetas: socialistas, comunistas, anarquistas. Más quejas de los lugareños contra ese "Madrid espeso y municipal", derechista y casposillo del que abominaba el clásico. Me sorprenden las críticas, porque no es la visión que tengo caminando por la calle. En Fuencarral ví el día anterior una bandera republicana tan pimpante, plantada en un balcón vecinal. Abunda el turismo de cierto poder adquisitivo, y por el centro de la ciudad se oye hablar en catalán más que en el Paseo de Gràcia barcelonés. Las camisetas azulgrana de Messi y las fruslerías de aire gaudiniano se muestran en los escaparates de las tiendas de souvenirs, y nadie los apedrea. En las calles no hay carteles ni pintadas ni actitudes ni nada que recuerde que esta ciudad es presuntamente el fortín de la extrema derecha española, según suele ser creencia en la periferia del "Estado español". Eso sí al rojerío le frustra y le reconcome la previsible victoria electoral en puertas de la derecha extrema/extrema derecha española, pero como hacía decir Giovanni Guareschi a su Don Camilo en una de sus entrañables novelas, "la política es así, tortas van y tortas vienen".
Ese mismo sábado en fin, ceno solo en la mejor taberna madrileña, en pleno barrio de La Latina, establecimiento que como no podía ser de otra manera regenta un catalán joven y más listo que el hambre. El local está lleno, como siempre, pero Oriol me encuentra un huequecito, también como siempre. Hablamos en catalán, y nadie a nuestro alrededor se desmaya. El pícaro del restaurador me hace notar que a pesar de la crisis, lo suyo sigue funcionando la mar de bien. No es solo este local, toda la zona está a reventar. Claro que en las Cavas es imposible encontrar un McDonalds, las tapas son de alta cocina, los vinos resultan de categoría y los precios están en consonancia. En la barra de otro establecimiento cercano, por ejemplo, además de estupendas tapas sirven copas de Agustí Torelló, quizá uno de los dos o tres mejores cavas catalanes. En definitiva, es la calidad la que determina la selección de la clientela, y ésta a su vez es lo suficientemente inteligente para no tener en cuenta estupideces xenófobas como el boicot a los productos catalanes promovido por sectores fascistas españoles.
Pienso finalmente que Madrid nos lleva mucha ventaja, a Barcelona y a otras ciudades cercanas a él. Aquí se ha apostado por un turismo de masas de bajo nivel, y en cambio Madrid siempre ha primado más la capacidad adquisitiva y cultural del visitante. Tradicionalmente, y como se decía antiguamente, a Madrid "hay que ir con perras (dinero)". Esa es la diferencia principal, aunque el turismo-basura juvenil y no tan joven empiece a asomar la oreja en los barrios populares de la Villa y Corte; su Ayuntamiento y sus promotores turísticos harían bien en prestar atención y combatir este fenómeno, aún incipiente pero ya perceptible en una ciudad que hasta hace poco no estaba contaminada por él.
7 comentarios:
Disfruto el poder leerle, esa narración que nos hace comprimida de Madrid para mi a sido como si hubiese estado presente entre usted y el Señor. Cotarelo, que maravilla, yo que soy ya mayorcito, cuando me a recordado las estrellas de los años 50, y en ese pequeño establecimiento me he emocionado,
Gracias..
paco 1938
Estimado Joaquim, ahlan wa sahlan ila madinat mayrit, o lo que es lo mismo, bienvenido a los madriles, aunque ya sea tarde.
Efectivamente el citado boicot a productos catalanes (y de otros lugares, igualmente) es algo que tienen a gala determinados colectivos que en modo alguno creo que representen a los madrileños razonables.
Cuando el famoso mundial de fútbol no era nada extraño ver banderas republicanas colgadas por determinados barrios (eso sí) y ciertamente por el centro es muy frecuente oír hablar catalán en muchos lugares.
En cuanto al turismo basura me temo que está bastante más extendido de lo que aparenta, a juzgar por las baraúndas que se montan los fines de semana en las zonas de copas.
Pero nuestro ayuntamiento está muy atareado eliminando espacios públicos y zonas arboladas de la ciudad, entiendo que para que esas masas borreguiles se puedan arrear sin dificultades por el trazado urbano y de paso que los madrileños no tengamos sitios para poder reunirnos y pergeñar maldades contra el tea-party este que nos gobierna actualmente.
Saludos,
Muchas gracias por sus amables palabras.
Y en fin, sé que queda políticamente incorrecto pero a mí me sigue gustando Madrid tanto como me gustó hace 30 años, cuando por primera vez en mi vida me bajé en Atocha de un tren, un "borreguero" en el que acababa de pasar una noche entera rodeado de soldaditos que volvían de permiso, y miré con ojos entonces desconfiados el Paseo del Prado. Me bastaron cuatro o cinco días para que la desconfianza se trocara en adicción, que suelo alimentar con uno o dos fines de semana al año.
Que envidia......tomar un café con Palinuro. Le escribí un correo cuando descubrí su blog y otro hace poco celebrando su vuelta. Me respondió a ambos. Todo cortesía y educación. Cuanto se le echa en falta en alguna de las tertulias televisivas o radiofónicas.
Respecto a Madrid, he estado en cuatro o cinco ocasiones y....encantado de la vida. Recuerdo con agrado la cena en Luis Candelas, y el Prado, claro.
Bueno, yo nací en Barcelona, pero vivo en Madrid desde hace veinticuatro años. Y estoy de acuerdo con tu visión.
Es cierto que hay zonas "nacionales". Cuando el Mundial, estuve viendo la semifinal con Alemania en casa de un amigo en diego de León, en pleno barrio de Salamanca. Tras ganar, por la calle se vieron algunas banderas con la gallina.
Pero la ciudad de Madrid desborda por completo al "Madrid" político. Yo, siendo catalán, nunca he sentido ningún tipo de hostilidad, ni he tenido problema alguno.
Es cierto que tenemos ahora mismo un alcalde faraónico, con una deuda colosal, y que nos persigue a impuestos, tasas, sanciones y multas. Pero, aparentemente, la deuda ha servido para mejorar muchas cosas de la ciudad (la M30, el Metro,...).
Y también lo es que la Presidenta de nuestra Comunidad es el estandarte de la Escuela de Chicago, y delegada plenipotenciaria de los neo-cons. Un ejemplo de la derecha extrema inteligente -la más peligrosa-.
Pero lo que caracteriza al tejido social de la ciudad es que es prácticamente imposible encontrar madrileños con los cuatro abuelos de Madrid. Esta es una ciudad de aluvión, a la que hemos acudido, por diversos motivos, gentes de todas las clases sociales, de todos los niveles intelectuales y de todas las procedencias. Aquí, ser "de fuera" es un dato irrelevante.
Hay cavernícolas, como en todas partes, pero la ciudad, en sí, no lo es en absoluto.
Saludos.
José María
Para mi, sobre todo fue un placer compartir mesa y cocido con un tipo nada nacionalista aunque si muy catalán. Un tipo que es todo lo contrario a los tópicos catalanes: educado, espléndido, generoso, buen conversador y nada tacaño, ni en hechos ni en palabras.
No comparto tu visión de la ciudad en la que vivo, pero a la que no pertenezco. Quizá por eso que tu explicas. Yo cuando paseo, las únicas banderas que veo son las descoloridas por el tiempo, retales del mundial de jurgol.
Lo del turismo, lo comparto plenamente. Madrid es una ciudad cara, sucia, llena de asfalto, sin jardines 8salvo la casa Campo, el retiro y el Juan Carlos I, con gente que va muy a lo suyo y que prefiere votar a los fascistas porque piensan que ellos son los que mejoran su vida, sin darse cueenta que se la están jodiendo e hipotecando hasta el futuro de sus nietos.
Gracias por compartir conmigo mesa y conversación (más tarde) y por no enfadarte conmigo por ser uno de la Trini.
Salud, garbanzos y buena compañía.
Celemín, gracias por los elogios, casi me asustas!. Aunque eso sí, me acuerdo de lo que me han dicho alguna vez: oye, qué majo eres, ¡sino pareces catalán!.
Un día de estos habrá que hablar de los tópicos y de como nos condicionan nuestra relación con "los otros".
Y en fin, yo también me lo pasé muy bien con vosotros. ¡Habrá que repetirlo! Un abrazo para toda la banda del cocido -:)
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