jueves, 11 de febrero de 2010

De Jaume Vicens Vives al Palau de la Música Catalana


Este año 2010 se cumplen en el espacio de unos pocos meses dos hitos estrechamente relacionados: el centenario del nacimiento y el cincuentenario de la muerte de Jaume Vicens Vives, historiador catalán cuyo nombre probablemente nada diga a la mayoría de mis amables lectores, lo que en el caso de los catalanes y los españoles cultos en general resulta poco excusable aunque sí comprensible.

Ocurre que Vicens Vives es el hombre que renovó la historiografía hispana, sacándola del menendezpelayismo ultrareaccionario españolero, centrado en el conocimiento enciclopédico de los reyes godos, las batallas célebres y las hazañas de los Conquistadores, todo a mayor gloria propagandística de las eternas élites dominantes españolas (Monarquía, aristocracia, clero, militares). Vicens puso el foco sobre los elementos reales cuya suma conforma la historia y nos ayuda a interpretarla (el trabajo, la propiedad, las estructuras sociales, la cultura propia y asimilada, los imaginarios colectivos y hasta la psicología de los pueblos). La manera de narrar de Vicens le acerca a las escuelas modernas de origen francés que en los años 50 y 60 del pasado siglo alumbraron la historiografía contemporánea, y anticipa en cuanto a técnica lo mejor de la narrativa histórica catalana de hoy.

A primera vista los libros de Vicens Vives desvelan un pensamiento hondamente burgués, aparentemente progresista y catalanista sin estridencias. Hombre mesurado y prudente, todo en Vicens destila toneladas de "seny" de la mejor cosecha. Republicano liberal, dicen de él que llegó a soñarse presidente de la Generalitat en ese futuro que no alcanzó a vivir. Todo muy democrático y suavón. Y enormemente burgués, como pueden ver.

En realidad los textos de Jaume Vicens Vives -brillantes, novedosos- tienen un aroma profundamente reaccionario. En su obra capital, "Noticia de Catalunya", Vicens Vives se muestra como un alérgico a las revoluciones, en un país, el suyo y el mío, que lleva cinco siglos de sobresalto revolucionario en sobresalto revolucionario, aunque hasta los historiadores de izquierda nacionales pretendan orillarlos. Así, Vicens despacha la revolución catalana del siglo XV como un enfrentamiento entre el buen sentido y las mejores intenciones de las élites catalanas de un lado, y la embestida ciega de un populacho airado e ignorante, alineado tras el rey "castellano" (aragonés, en realidad) en lucha con las instituciones oligárquicas y su instrumento de entonces, la Diputació del General o Generalitat. Algún día habrá que volver sobre este episodio de la Historia, una sangrienta y decisiva revolución que duró década y pico, cuya conclusión con la victoria de las armas populares supuso la abolición legal del feudalismo por primera vez en un país europeo (Sentencia Arbitral de Guadalupe), y durante la cual el partido llamado La Busca desarrolló una insólita experiencia de gobierno municipal verdaderamente socialista en Barcelona en plena Edad Media.

Más radicalmente antipopular todavía se manifiesta Jaume Vicens Vives cuando en esa misma obra escribe acerca de los "rectos propósitos de las clases dirigentes catalanas" durante las décadas a caballo de los siglos XIX y XX, es decir durante la época en que la patronal catalana pagaba pistoleros para que asesinaran dirigentes sindicales y apoyaba cuando no incitaba (Prat de la Riba) las intervenciones imperialistas armadas del Estado español, primero en Cuba y más tarde en Marruecos. Con todo, la cima de su conservadurismo elitista (y prefascista) la alcanza Vicens cuando responsabiliza a la masa popular catalana, "ineducada y veleidosa" además de "cegada por espejismos revolucionarios", de las sacudidas políticosociales de 1934 y 1936, al haber abdicado de la "madurez" propia de los catalanes y haber dejado "a los otros pueblos de España" sin la guía para seguir los caminos que supuestamente les indicábamos "desde 1901". Hablando en plata, Vicens Vives acusa a las clases trabajadoras y populares catalanas de abandonar la aceptación del liderazgo de las clases dominantes del país y correr en pos de sueños de emancipación, amén de ser los responsables de que sus patronos hubieran de renunciar a su propósito de dirigir España desde las fábricas de la cuenca del Llobregat. Para quien crea que esta es una interpretación sesgada, un último párrafo de Vicens Vives a propósito de esa cuestión: "Bien es cierto que la inmigración reciente había introducido en Catalunya una cuña de insolidaridad e intolerancia, que explica, aunque no justifica, el hundimiento de 1936". Elitismo, clasismo, xenofobia. De creer a Vicens, la responsabilidad última del desastre que fueron la guerra y la larga postguerra en Catalunya habría que cargarla en las espaldas de las masas obreras inmigrantes; sin embargo, fueron ellos los verdaderos y únicos perdedores de la guerra de España en Catalunya, como es sabido. El Vicens ideólogo acaba liquidando al Vicens historiador.

Podemos ahora entender mejor la ideología que segregan y hasta el descaro en el modus operandi de los saqueadores del Palau de la Música. Y es que es gracias a faros del pensamiento burgués catalanista como Vicens Vives, las élites de este país viven convencidas de tener derecho de pernada sobre él. Todo ello, eso sí, bañado en mares de "seny".

En la fotografía, una vista interior del Palau de la Música Catalana, templo principal de la burguesía del país.

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