sábado, 7 de agosto de 2010

El veraneo andaluz de la señora Obama


Como en un remake de Bienvenido, mister Marshall, las vacaciones de Michelle Obama y la hija menor de la pareja presidencial estadounidense han convertido parte de Andalucía en el trasunto del decorado de aquella genial película de Berlanga, con paletos figurantes incluidos. Como cabía esperar, la "visita privada" (sic) de la emperatriz consorte está llenando portadas en los medios y abriendo telediarios. Aunque pensado más despacio, más que a la película del cineasta valenciano la visita de la señora Obama y todo el folklore desencadenado como consecuencia de ella remiten directamente a la gira triunfal de Evita Perón por aquella España del hambre y del miedo, a primeros de los años cincuenta del siglo pasado, con Franco reinando como un Zeus paticorto y de voz aflautada.

A lo que íbamos. Las presuntas "sencillez" y "cordialidad" de la señora visitanta -que diría la ministra Aído-, contrastan con las 60 habitaciones alquiladas para ella y su séquito en un hotel de hiperlujo marbellí, y con los kilómetros de playa cerrados al público para que la menor de los Obama y su corte de amiguitas se dieran un chapuzón, mientras mamá Michelle y sus acompañantes adultos se reponían de los calores tomando cocktails en la sombra de la terraza de un club marítimo próximo. Y es que aunque las gitanas del Albaicín se empeñaran en decirle a las cámaras de televisión que la señora Obama "es una persona normal, como una de ellas", resulta que la Alhambra fue cerrada al público durante un día entero sólo para que doña Michelle se diera un garbeo de unos minutos por sus estancias y patios, y el propio Albaicín fue tomado policialmente al asalto a fin de que la ilustre dama comiera en un restaurante típico (en el que no se permitieron otros clientes) y contemplara la espléndida puesta de sol desde el mirador de San Nicolás (al que no se permitió acceder a nadie más).

Toda esta historia del veraneo andalusí de la presuntamente sencilla y cordial abogada de Chicago casada con el actual presidente norteamericano, huele que apesta a spot de promoción del turismo español en los EEUU, una especie de videoclip promocional que desde luego no ha debido salir gratis visto el nutrido cortejo visitante y las medidas de seguridad locales tomadas (traduzcan esto último por medidas para tocar las narices a los lugareños y visitantes menos ilustres). Es obvio que estos días los medios de comunicación yanquis andan mostrando a todas horas imágenes de su Primera Dama paseando palmito por Marbella, Granada, Ronda y otros ignotos rincones de un lejano país llamado España, al que muchos universitarios estadounidenses acostumbran a ubicar al sur de México y algunos más enterados, en el norte de África. Se dirá que esta es una promoción impagable, pero no es cierto: el publirreportaje tiene, seguro, un precio muy concreto en euros, y éste seguramente se ha abonado ya con cargo directo a nuestros impuestos.

Así que ya saben: cada vez que Michelle Obama sonría durante sus vacaciones en España, le está sonriendo a usted. O a su cartera, que para el caso es lo mismo.

En la fotografía que ilustra el post, Michelle Obama y su hija caminan rodeadas de guardaespaldas por una calle de Marbella previamente vaciada de gente.

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